Adaptación de un relato de Michael Ende

Hace años leí un informe sobre un equipo de científicos que había emprendido una expedición al interior de un país centroamericano con objeto de realizar excavaciones. Para el transporte de la impedimenta fue contratado un grupo de indios. Se había elaborado, para toda la empresa, un exacto calendario de trabajo. Los primeros cuatro días se avanzó más de lo previsto, los indígenas eran hombres fuertes y voluntariosos, el programa de trabajo pudo mantenerse. Sin embargo, al quinto día los indios se negaron de pronto a continuar la marcha. Silenciosos, permanecían sentados en círculo en el suelo y no había manera de que volvieran a coger los bagajes. Los expedicionarios les ofrecieron más dinero, cuando eso no sirvió de nada, los insultaron y al final hasta los amenazaron con sus armas. Los indios permanecían mudos y sentados en círculo. Los científicos ya no supieron que hacer y al final se resignaron. El plan de trabajo hacía tiempo que no se cumplía. Entonces-dos días más tarde- , los indígenas se levantaron de repente todos a la vez, cogieron los fardos y continuaron por la ruta prevista, sin exigir más salario y sin haber recibido ordenes especiales. Los científicos no podían explicarse en absoluto tan extraño comportamiento. Los indios guardaban silencio y no parecían dispuestos a dar explicaciones. Sólo mucho más tarde, cuando llegó a existir una cierta relación de confianza entre algunos de los blancos y de los indios, uno de éstos dio la siguiente respuesta:
- habíamos ido demasiado aprisa, por eso tuvimos que esperar hasta que nuestras almas nos dieran alcance.
Más tarde surgió otra pregunta:
¿Es realmente imposible que todos juntos detengamos esta danza de locos de la modernidad y que nos sentemos en el suelo en círculo y que esperemos en silencio?
La respuesta indígena fue:
Durante un largo viaje, un amigo llego a un monte en cuya cima había una aldea india. Pero el único manantial de la comarca se hallaba al pie del monte. Las mujeres de la aldea tenían que caminar media hora monte abajo para volver a subir en una hora monte arriba todos los días. Mi amigo pregunto si no sería más sensato construir la aldea abajo, cerca del manantial. La mujer respondió:
- Más sensato sí sería quizás, pero tenemos miedo de sucumbir en ese caso a la tentación de la comodidad.

Adaptación de un relato de Michael Ende en el libro Cuaderno de apuntes

Sumar y restar

Un día, un alumno perezoso que sabía que al maestro Han le gustaba contar historias, durante la clase de matemáticas le hizo una pregunta con la intención de ahorrarse hacer los ejercicios.
-Maestro Han: ¿Qué es mejor, sumar o restar?
-Interesante pregunta.
Y tal como el alumno había previsto, el maestro empezó a divagar. Sin embargo, cuando el alumno adormilado más a gusto estaba, al punto casi de dormir, satisfecho por su estratagema para no estudiar, le cayó la pregunta:
-¿Tú que preferirías, sumar o restar?
-No sé, umm… quizás sumar. Pero ¿Sumar qué?

Hay quien dedica toda su vida a sumar:
Sumar casas, coches, dinero, poder, trabajo, conocimiento… y en ese sumar y consumir, comprar, trabajar… se les va la vida. Y entonces, una vez muertos, de qué les ha servido toda esa suma si no la han compartido. Si no lo han disfrutado. En ese sumar se les ha olvidado vivir.

… Bueno, no. Así no. Me gustaría sumar pero yo compartiría.
-Ya. Entonces lo que te gustaría es restar. Para compartir hay que restar.

Hay quien dedica toda su vida a restar, a vaciar.
Se retiran a meditar y empiezan por abandonar la sociedad. Siguen retirándose y renuncian a los amigos, la familia, la pareja,
Hasta que vacían su mente, sus deseos, su personalidad, y en ese aislarse del mundo para lograr la unidad se les va la vida. Y entonces, una vez muertos, de qué les ha valido ese restar si mientras tanto no han compartido la sabiduría que proporciona la unidad. Si no han sido capaces de unirse a aquellos que compartían sus vidas.

…Bueno, ya, pero yo no lo restaría todo. Me gustaría tener una familia y compartir mi vida con ellos.
En definitiva, te gustaría tener, o sea sumar. ¿En que quedamos? ¿Te gustaría sumar o restar?
-Pues, las dos.¡Claro!
-Entonces, te devuelvo la pregunta ¿Qué es mejor, sumar o restar?
Yo era aquel alumno que quiso reírse de la inocente charlatanería del profesor. Por aquel entonces se me hizo un colacao la cabeza durante una semana. Luego se me pasó.
20 años después me surgió nuevamente la pregunta y después de haber vivido algo creo haber encontrado la respuesta:
hay que sumar para poder restar: compartir
hay que restar para poder sumar: compartir
Compartir es vivir buscando el equilibrio.
Vivir es sumar y restar en constante desequilibrio.

De lo que es bueno o es malo

Cuando su caballo se escapó su vecino se compadeció de él pero la única respuesta que recibió, fue: “¿Quién sabe lo que es bueno y lo que es malo?” Al día siguiente, el caballo regreso con una manada de caballos salvajes a los que se había unido. En esta ocasión el vecino le felicitó por su inesperada suerte pero la respuesta fue la misma que antes: “¿Quién sabe lo que es bueno y lo que es malo?” También en esta ocasión nuestro granjero acertó porque al día siguiente su hijo se rompió una pierna al tratar de montar uno de los caballos salvajes. El vecino le mostró ahora su condolencia y por tercera vez escucho la misma respuesta: “¿Quién sabe lo que es bueno y lo que es malo?” y una vez más sus palabras fueron acertadas porque al amanecer llegaron soldados reclutando gente para el ejército pero su hijo se salvo a causa de su lesión.

El acertijo de la via de la compasión

-La compasión es el amor más grande. Es el amor más egoísta.
- No comprendo maestra.
- A lo largo de la vida cuando has matado, robado y mentido hay un momento, en que quizás con la muerte pisándote los talones, comprendes que en nuestra individualidad todos somos iguales, todos buscamos lo mismo de diferentes maneras.
-¿Qué es lo buscamos todos?
- ¿No lo sabes?
- No estoy seguro. Pero maestra. Yo no he matado, ni robado, ni mentido.
- ¿De verdad? …
¿Nunca has matado?… Y ¿De qué te alimentas?
¿Nunca has robado?… Y ¿El corazón de quien deseas?
¿Nunca has mentido?… y ¿Cuáles son tus dudas?
O lo que es lo mismo: ¿Nunca has comido? ¿ Nunca has deseado? ¿Nunca has dudado?
Todos somos una insignificante parte del mismo ser. Hay muchas maneras de matar, robar y mentir. Cuando mato, aunque sea una mosca me mato a mi mismo, cuando robo, aunque sea un sentimiento, me robo a mismo, cuando miento, aunque sea por ignorancia me miento a mi mismo.
La comprensión del ser es tan limitada que ¿Qué remedio me queda más que el quererme egoístamente a mi mismo, si quiero comprender que todos somos uno?
Me amo o dicho de otra manera: tengo compasión hacia mi mismo. Por ello:
Me compadezco de mi ignorancia. Comprendo a los demás por su ignorancia.
Pido perdón por mi ignorancia. Perdono a los demás por su ignorancia.
Doy gracias a aquellos que en su ignorancia me muestran el camino de la compasión. Porque aquellos que viven matando, robando y mintiendo en su ignorancia solo buscan una cosa.
- Y ¿Qué es lo que buscan, maestra?
- ¿No lo sabes?
Mientras no comprendas que la compasión es el amor universal, el amor más grande, el amor incondicional, el único amor que a pesar de ser el más egoísta, es el verdadero amor, amor no posesivo, amor libre de barreras, de ritos, de cultos, de condiciones, de límites, de modas y culturas… simplemente AMOR, no comprenderás la búsqueda.
Quizás por eso llega un momento en el que uno deja de buscar lo que todos buscan y decide buscar lo que cada UNO busca. La persona deja paso al SER.
- No comprendo. Maestra
¿Qué es lo que TODOS buscan?
¿Qué es lo que UNO busca?

Historia de las preguntas

Ayer tope al Viejo Antonio por vez primera.
He oído de ustedes. En las cañadas dicen que son bandidos. En mi pueblo están inquietos porque pueden andar por esos rumbos.
“Y usted, ¿Cree que somos bandidos? Pregunto. El Viejo Antonio suelta una voluta de humo, tose y niega con la cabeza. Yo me animo y le hago otra pregunta: ¿Y quién cree que somos?
- prefiero que tú me lo digas” responde el Viejo Antonio y se me queda viendo los ojos.
“Es una historia muy larga”, digo y empiezo a contar de cuando Zapata y Villa y la revolución y la tierra y la injusticia y el hambre y la ignorancia y la enfermedad y la represión y todo. Y termino con un “y entonces nosotros somos el ejercito Zapatista de Liberación Nacional” Espero alguna señal en el rostro del viejo Antonio que no ha dejado de mirarme durante mi plática.
“Cuentame más de ese Zapata” después de humo y tos.
Yo empiezo con Anenecuilco, me sigo con el plan de Ayala, la campaña militar, la organización de los pueblos, la traición de Chinameca. El viejo Antonio sigue mirándome mientras termino el relato.
“No así fue”, me dice. Yo hago un gesto de sorpresa y sólo alcanzo a balbucear: “¿No?” “No”, insiste el Viejo Antonio: “Yo te voy a contar la verdadera historia del tal Zapata”.
Sacando tabaco doblador, el viejo Antonio inicia su historia que une y confunde tiempos viejos y nuevos.
“Hace muchas historias, cuando los dioses más primeros, los que hicieron el mundo, estaban todavía dando vueltas por la noche, se hablan dos dioses que eran el Ik’al y el Voltan. Dos eran uno solo. Volteándose el uno se mostraba el otro, volteándose el otro se mostraba el uno.. Eran contrarios. El uno era luz. El otro era oscuro. Eran lo mismo. Eran uno los dos, porque el uno hacía al otro. Pero no se caminaban, quedando se estaban siempre estos dos dioses que uno eran sin moverse. ¿Qué hacemos pues? Preguntaron los dos. Está triste la vida así como estamos de por sí, tristeaban los dos que uno eran en su estarse. No pasa la noche, dijo Ik’al. No pasa el día, dijo el Voltan. Caminemos, dijo el uno que dos era. ¿Cómo? Preguntó el otro ¿Para dónde?, pregunto el uno. Y vieron que así se movieron tantito, primero para preguntar cómo y luego para preguntar dónde. Contento se puso el uno que dos era cuando vio que tantito se movían. Quisieron los dos al mismo tiempo moverse y no se pudieron.¿Cómo hacemos pues? Y se asomaba primero el uno y luego el otro y se movieron otro tantito y se dieron cuenta que si uno primero y otro después entonces sí se movían, y sacaron acuerdo que para moverse primero se mueve el uno y luego se mueve el otro y empezaron a moverse y nadie se acuerda quién primero se movió para empezar a moverse. ¿Qué importa quién primero si ya nos movemos?, decían los dioses que el mismo eran y se reían y el primer acuerdo que sacaron fue hacer baile, un pasito el uno , un pasito el otro, y tardaron en el baile porque contentos estaban de que se habían encontrado. Ya luego se cansaron de tanto baile y vieron qué otra cosa podían hacer y lo vieron que la primera pregunta de ¿cómo moverse? Trajo la respuesta de ´juntos pero separados de acuerdo´, y esa pregunta no mucho les importó porque cuando dieron cuenta ya estaban moviéndose y entonces se vino la otra pregunta cuando se vieron que había dos caminos: el uno estaba cortito y claro se veía que ahí no más cerquita se terminaba el camino ese y tanto era el gusto de caminar que tenían en sus pies que rápido sacaron acuerdo de caminarse el camino largo y ya se iban a empezar a caminarse, cuando la respuesta de escoger el camino largo les trajo otra pregunta de ´¿a dónde lleva este camino?; tardaron pensando la respuesta y los dos que eran uno de pronto llegó en su cabeza de que solo si lo caminaban el camino largo iban a saber para dónde lleva el camino largo. Y entonces se dijeron el uno que dos era: ´pues vamos a caminarlo, pues ´. Y ahí no más se dieron cuenta de que tomaba mucho tiempo caminar el camino largo y entonces se vino la otra pregunta de ´¿cómo vamos a hacer para caminar mucho tiempo? Y quedaron pensando un buen rato y vieron que el Ik´al bien que se podía caminar de noche y que el Votan bien que se podía caminar de día y así sacaron respuesta para caminarse todo el tiempo. Desde entonces los dioses caminan con preguntas y no paran nunca, nunca se llegan y se van nunca. Y entonces así aprendieron los hombres y mujeres verdaderos que las preguntas sirven para caminar, no para quedarse parados no más.
Yo me quedo mordisqueando la ya corta boquilla de la pipa esperando a que el viejo Antonio continúe pero el parece no tener ya la intención de hacerlo. Con el temor de romper algo serio pregunto: “¿y Zapata?”
El viejo Antonio se sonríe:”Ya aprendiste que para saber y para caminar hay que preguntar”
El viejo Antonio saca de su morraleta una bolsita de nylon. Adentro tiene una foto muy vieja, de 1910, de Emiliano Zapata. Pero esa es otra historia.